Las secretarias como poder fáctico
Por Octavio Valdez
Siempre he pensado que para untarse peróxido en el cuero cabelludo debe tenerse una falta de sensatez bastante aguda, ponerse la ropa atrincada, cual corsé victoriano, una vocación de faquir sin sentido y para usar plataformas o tacones, del número 5 para arriba, una temeridad que raya en la falta total de amor propio.
Por lo que no me parece extraño que detrás del escritorio de las oficinas, en la primera línea de atención pública, se alcen verdaderas tiranas sádicas (“soy víctima de un dios frágil temperamental” dice la canción de los Babasónicos), sobre todo cuando son la primera línea de defensa de un funcionario déspota y es que, pareciendo trivial el asunto, no lo es.
Al principio del ciclo escolar en la escuela donde va mi hijo al entregar la documentación, que pide la Secretaría de Educación Pública para llevar a cabo la inscripción o reinscripción, era rechazada tajantemente por la secretaria del plantel, con el argumento de tener indicaciones de la directora de no aceptar ninguna documentación que no llevara un estudio clínico de copro seriado, las señoras madres de familia, algunas resignadas otras refunfuñando, se iban de la ventanilla de atención pensando cómo iban a hacerle para pagar un análisis que rondaba entre los 800 y 1500 pesos, esto sumado a las cuotas obligatorias (dejemos el eufemismo vulgarmente utilizado… sí, ese) y a la cooperación cuasi obligatoria para material que piden en lo individual las maestras, sume otros 1500 pesos. Por supuesto nada de esto está estipulado, por la secretaría del ramo, como obligatorio para la inscripción de un niño en ningún grado escolar de educación básica.
Recordemos que la educación básica, es obligatoria y es una exigencia del Estado para el tutor o padre de familia y a su vez una obligación del Estado consagrada en el artículo tercero de la constitución. En los hechos la directora del plantel a través de su secretaria está impidiendo un mandato constitucional y un derecho universal del niño, cómo con una acción tan común y que todos pasamos por alto se viola alegremente las leyes y los tratados internacionales.
Es muy común que cuando se piensa en poderes fácticos, lo primero que viene a la mente son los delincuentes asociados al narcotráfico, algunos avispados ponen entre esos poderes a los empresarios… en fin, nadie pensaría en la secretaría peliteñida, entallada y patizamba de la primaria a la vuelta de la esquina.
Cada una de las madres y padres que pasó un viacrucis para inscribir a sus hijos, se merece todos los pesares que hayan y sigan pasando, por estar desinformados, por no inconformarse con argumentos, por no defender por lo que por ley merece su hijo y por dejar que una desvalida mental atrás de un escritorio dicte su suerte. Nuestra sociedad merece cada uno, si no es que más, de los males que la elite gobernante provoca y cada calamidad, cada vejación sufrida, por la sencilla razón de no saber ser ciudadanos y creer que marchando algo se resuelve. Por la sencilla razón de no saber cuidar y cultivar, más allá del discurso, el activo más importante de la sociedad, los niños y su formación. Nos merecemos el gobierno que tenemos que no es capaz de resolver con decoro la educación de su infancia y en una de esas, hasta salimos ganando.